Hanna ha sido robada de una sala llena de bebés. O más bien rescatada. Su padre, un agente llamado Erik Heller, huye con ella en brazos y debe encerrarse en un frondoso bosque del que no saldrán. La niña es criada entre bestias y árboles, aislada de toda civilización y entrenada repetidamente para poder sobrevivir si algo les sucede.

Lo cierto es que, si entras al piloto de Hanna sin saber de qué va la historia, es un tanto desconcertante, así que un aviso: no, no se trata de una versión de Tarzán, sino de una serie de persecuciones ente agentes de la CIA con pinta de estar llena de acción y con un capítulo de presentación que explica nítidamente cómo son sus protagonistas. Gracias al piloto entendemos la dureza de Erik, ya que teme por la vida de su niña. Ha entregado todo lo que tenía por salvarla y está dispuesto a lo que haga falta por ella. Por su parte, Hanna vive desconcertada, sabiendo que existe un mundo más allá, pero sin acabar de entender por qué debe negarse a él.

Una de las grandes virtudes del episodio es su intencionalidad estética. Nos encontramos ante una serie de la que se pueden extraer múltiples imágenes maravillosas, bien con postales cenitales de la inmensidad de la arboleda que les rodea, bien con planos en donde la nieve y el blanco juegan un papel muy importante. Si contamos con que todo apunta a que veremos varios emplazamientos durante esta primera temporada, no nos queda más que esperar una buena fotografía y un disfrute estético.

La serie se presenta como dura. No se debe esperar una historia dulce llena de muestras de cariño, porque no es cómo han vivido sus protagonistas. Hanna se ha criado en un entorno de lucha permanente, donde se le ha enseñado que la gente es peligrosa y que debe desconfiar de todo el mundo. Es la única realidad que conoce y ha sido entrenada en el miedo para no olvidarla. Lo cierto es que su padre no estaba falto de razón al mostrarle el aspecto más duro de la vida. Erik va a ser perseguido. Y Hanna. Toda la fuerza de la CIA va a ir tras ellos, buscándoles por toda Europa. Y no esperan dejarlos vivos.

Si bien Hanna es un piloto muy introductorio, presenta suficiente información y con una rudeza de tal tamaño, que imaginarse a sus personajes en el futuro se convierte en una buena tentación. Logra perfectamente lo que pretende, tentarnos para seguir con ella con mucha curiosidad por lo que tiene que contarnos. Su potencial es enorme, tanto por la propia historia como por el modo y el aspecto con el que parece que quiere ser explicada. Y merece la espera hasta marzo para averiguar qué sucede con Hanna y Erik.