The Boys, la gran apuesta de Amazon Prime Video por la ficción de superhéroes macarras, fue una de las sensaciones seriéfilas del verano pasado. Violenta, excitante y adictiva, esta serie antiheorica basada en los cómics de Garth Ennis y Darick Robertson, y firmada en pequeña pantalla por Evan Goldberg y Seth Rogen, se reía a carcajadas del prototipo del gran superhéroe americano a través del humor más tontorrón.

Sin embargo, detrás de toda esa pose gamberra, casi sádica, reflexionaba sobre el abuso de poder, la corrupción política, esa sociedad 2.0 que vive a través de la pantalla, el acoso sexual o el fortalecimiento del feminismo y el empoderamiento en la actualidad. Los colores flúor, los trajes de neopreno y goma EVA o los bañadores con capa, eran, en definitiva, una crítica feroz no solo a la idealización de los héroes, sino también a nuestra sociedad y sus peores defectos.

La segunda temporada encuentra a nuestros protagonistas escapando de la ley, cazados por los Supes (superhéroes) e intentando desesperadamente reagruparse y luchar contra Vought. Hughie (Jack Quaid), Mother's Milk (Laz Alonso), Frenchie (Tomer Capon) y Kimiko (Karen Fukuhara) se ocultan e intentan adaptarse a una nueva normalidad, mientras que no hay ningún rastro de Butcher (Karl Urban).

Por su parte, Starlight (Erin Moriarty) debe encontrar su lugar en The Seven mientras Homelander (Antony Starr) decide asumir el control total. Pero su poder se ve amenazado por la incorporación de Stormfront (Aya Cash), una nueva Supe experta en redes sociales que tiene sus propios planes. Encima de todo, la amenaza de Supervillain capta la atención del mundo y causa problemas a medida que Vought intenta capitalizar la paranoia del país